martes, 1 de febrero de 2011

Aldea global

De: Gladys Monasterio

Una ciudad cualquiera de la América profunda.
Una llovizna, suave aunque pertinaz, cae desde el amanecer. Desdibuja los contornos de los edificios y alarga las siluetas que surgen de la bruma y se apresuran a guarecerse en los portales. Desde la distancia el paisaje luce como un bello cuadro impresionista. De cerca comienzan a vislumbrarse los matices que una vez la hicieron única, pero que en este mundo globalizado la convierten en una más de los cientos de comunidades semejantes que se encuentran en el interior profundo. Aún así, aquí es donde mejor se aprecia el sincretismo entre la América milenaria y la nueva, con todas las fases de mutantes entre ambas que conviven en un gran mosaico de colores abigarrados.La mañana avanza y el sol que consigue abrirse paso entre las nubes ilumina el centro histórico, donde conviven las mansiones coloniales de estilo neo renacentista italiano y neogótico, pero con portales de algarrobo tallado, con la moderna y anodina construcción de acero y vidrio. Las nubes y las autopistas envolvieron como un manto cómplice, las casas de barro, cartones, chapas que anillan la ciudad. De allí vino Eulogia esta mañana, a su lugar habitual bajo una de las recovas de la plaza, con sus agujas, lana de llama y de oveja, teñidas con técnicas ancestrales. Sus dedos ágiles crean ponchos, ruanas, chales, fajas,cuya venta le permitirá volver para el carnaval a su tierra original. El resplandor dorado del mediodía la alcanza. Por un momento cierra sus ojos y sus dedos quedan quietos. Eulogia sueña…

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