martes, 1 de febrero de 2011

La ciudad

De: Laura Rodríguez Kessy

Conocí a alguien en Córdoba que encontró allí un amor que la ancló a esa ciudad como a la revolucionaria y románticaParís de sus sueños juveniles. A inicios de los '70,en esa ciudad de espíritu rebelde, humor a flor de piel, personajes pintorescos, luchas imborrables, enamorarse era una aventura donde confluían el caos y la pasión,la audacia y el miedo, el compromiso colectivo y la historia individual para construir el camino de dos juntos; dos estudiantes pletóricos de contradicciones, anhelos, ilusiones y el temor de no servir para nada. Enamorarse era también descubrirse entre el pudor y el deseo, la torpeza y el aprendizaje, el asombro y el deleite; hacer el amor, una y otra vez, con ganas, con alegría, con el convencimiento de contar con todo el tiempo del mundo. Era adentrarse en el misterio del otro intentando abarcar lo inasible que mora en lo profundo; compartir sus dudas, respetar sus proyectos.Era asustarse por un sentimiento que se intuye definitivo,que crece y crece intrépido y desafiante. Porque ella estáen la mitad de la carrera, porque él aspira a completar suformación en el extranjero. Pablo y Virginia se llamaban.Recortes de la memoria: Dos jóvenes comparten el cepillo de dientes. A ella le fascinan los pelitos de su pecho. El fantasea con sus senosen todos los escotes. Ellos no lo saben, no repetirán con nadie esa experiencia.Dos cuerpos desnudos a los pies de una cama, comentan el alto el fuego entre Egipto e Israel, que la Península deSinaí, que las alturas de Golán se ubican aquí o allá, que yosé geografía, compiten y dibujan en las sábanas, desordenadaspor el encuentro amoroso y el calor de enero. Ellos no losaben, esos gestos marcarán su historia.El se va, se despiden, no pueden separarse, sus bocas no pueden despegarse, el chofer apura, alguien dice "soltá",sube al ómnibus. Ella queda abajo, parece tranquila, alguiendice "las tranquilas aguas de tanque". Ellos no lo saben,pasarán más de treinta años para que vuelvan a tener contacto.La Balada.Sumergirse en la ensoñación de los recuerdos,desandar el camino,internarse en las huellasque se creen borradas.Volver hacia atrása tientas, buceando,buscando los signosque siguen ahí.Un rostro borrosoun temblor imperceptibleun susurro lejanola marca del amor trunco.Y una pregunta quenunca nadie podrá responder.Vos y yo nos perdimosy al perdernos ¿qué nos perdimos?.La ciudad.Han pasado más de treinta años, ella recorre la ciudad conla sensación de que cada lugar compartido tiene aún el mismo significado. Todo está igual: las casas donde vivieron,las prestadas como refugio cómplice, las calles que guardaron sus pasos, la universidad, los escenarios de lasbarricadas y las manifestaciones, Colón y Gral Paz, Bv. SanJuan y la Cañada van pasando frente a sus ojos como unareproducción perfecta de la máquina de Morel.Entonces vuelve a renovar su amor por Córdoba acuciada poruna pregunta que nunca nadie podrá responder: Vos y yo nosperdimos y al perdernos ¿qué nos perdimos?

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