lunes, 22 de octubre de 2012

Textos del taller de escritura 2012/3



A continuación presentamos producciones del taller de 2012/3: El reencuentro De Claudia Iturralde Tanguito, personaje argentino del Bicentenario Mi encuentro con Tanguito en el Bicentenario. Mi encuentro con mi pueblo. de Julio Daniel Nardini Las tres caras de Clarita de Norma Néida Siccardi Verano en Cadaques De María Magdalena del Rosario Amengual Pájaros del alba De María de Magdalena del Rosario Amengual

Pájaros del alba

De María Magdalena del Rosario Amengual Corren por la madera del alba. Ya no hay ventana cerrada ni niñas cepillándose el cabello, tras los vidrios, con peine de oro. Han caído lágrimas azules junto a los viejos zapatos. Los cuerpos se abrieron como ciruelas maduras.

Verano en Cadaques

De María Magdalena del Rosario Amengual Ana María en la ventana. Sus ojos descansan en el paisaje de gaviotas y de barcos. El mar calmo de la Bahía de Cadaques se mete en su mirada y estampa mástiles y alas. Azules y grises que se recuestan en las casas blancas de la costa cercana. La playa amanece. Las olas han borrado todo rastro humano. Pequeños animales se sumergen y emergen con cada ola. Ruedan. El aire canta olores que el viento barre por las estrechas calles del caserío. Recuerda el rostro suave de su madre rezando a esa hora de la mañana y su cuerpo se agita, imperceptible, confundido entre el recuerdo y el viento fresco. El agua va cambiando con el sol, los barcos han alcanzado la profundidad del océano. La nostalgia de la hora es cristalina. Las voces de Federico y Salvador la devuelven al presente.

Las tres caras de Clarita

De Norma Néida Siccardi Clarita I Esa que esta primera a la izquierda en la foto antigua, color sepia, es Clarita Wilson. Las otras tres son sus hermanas. Se diferencia porque es la más alta y a mi modo de ver, la más elegante en su porte, aunque las cuatro están vestidas de la misma manera a la usanza de los primeros años del siglo XX. Tendría en ese momento, unos veinte años... Observa su ropa: pollera larga hasta los tobillos, oscura y semi-campana, cubriendo apenas unas botitas de color claro. La blusa se destaca por las puntillas en la pechera y en el cuello alto, estilo clérigo, que le da un cierto aire de severidad. Lleva prendido un ramillete de flores naturales sobre el corazón, único adorno. No hay alhajas ni guantes que cubran sus manos de trabajadora doméstica, cruzadas sobre la falda como tratando de que no se vean demasiado. Pero... ¡Por supuesto! aunque la foto no permita verlo, debo decirte que su cabello es pelirrojo y muy rizado, comprimido en el peinado recogido en dos bandas sobre las orejas, que terminan unidas en un rodete en la nuca. Lo más destacable de su cara son los pómulos altos y el mentón, algo cuadrado, que apunta desafiante hacia arriba. Los ojos son grises, esto también debo comentarte porque los he visto, pero en la foto no se nota. Destellan impaciencia por vivir y los labios finos y apretados confirman su determinación para que así sea. El cutis blanco y con mejillas rosadas, denotan su origen irlandés. Clarita II "Es el amanecer. Clarita está sentada en un banco bajo, con la pollera arremangada sobre las rodillas y las piernas que dan lugar al balde, en el que cae la leche de vaca que está ordeñando. Como la tarea es mecánica, tiene tiempo para pensar sobre sus cosas, su vida...le gusta la soledad y la paz de ese momento. Su marido y sus hijos mayores ya se han ido a trabajar al campo y no volverán hasta las diez de la mañana, hora en la que preparara el "almuerzo chico": bifes con cebolla, huevos fritos y galleta de campo... después al mediodía, vendrá el almuerzo grande -piensa ella- ¡Y ese sí que me lleva tiempo!... si hubiese nacido hombre... ya andaría yo por el campo, o mejor... me hubiese ido a vivir a la ciudad. ¡Ah sí…! Debe ser lindo trabajar en un taller mecánico, arreglando autos...esos que a veces pasan por acá, levantando tierra y que me dejan pensando para donde irán...O si no, ser empleado en una oficina. Claro, para eso hay que haber estudiado, pero yo no... bueno, la mama no entendía nada de escuela...¡¡¡Que me iba a mandar!!! bastante con que me enseñó a cocinar y pude ser cocinera para los ingleses de la Casa Grande...¡je! los ingleses...mi tata siempre me dijo: ¡¡vos sos irlandesa, nunca te olvides!!...somos mejores que ellos… y un día seremos libres...Todavía no entiendo bien lo que me quería decir, pero cuando me trataban con altanería, a veces con desprecio... yo, para mis adentros, me acordaba de mi papá y pensaba: ¡¡un día seremos libres!!Eso me ayudaba a sentirme importante, era como tener un secreto al que nunca llegarían... Sí, es verdad que cuando me case y deje de trabajar, me liberaré de ellos...pero, parece que nunca hay una libertad completa, como a mí gustaría..." Clarita en “no” "¡Cuántas cosas habían faltado en la vida de Clarita! Ella no había tenido mamá. Por supuesto que tuvo una madre biológica, pero como era una india charrúa (sí, leen bien), fue socialmente impresentable. En particular porque el padre había sido un terrateniente irlandés, residente en Uruguay. Aunque le dio su apellido y muchos momentos de su tiempo, nunca le dio un lugar a la madre. Razón por la cual los hijos y nietos de Clarita desconocían el nombre de la abuela. Fue un secreto por generaciones...y nunca develado. Tampoco tuvo escuela, ni maestra, ni compañeros de clase. Solo sus tres hermanas fueron el mundo que la rodeaba: madres, amigas, enemigas, compañeras del aprendizaje en la vida...Todo y tan poco... Así que un día, Clarita tomó todos los NO que encontró en su vida y los transformó a fuerza de voluntad en un : yo soy, yo puedo, yo hago. y FUE, PUDO E HIZO."

Tanguito, personaje argentino del Bicentenario


Tanguito, personaje argentino del BicentenarioMi encuentro con Tanguito en el Bicentenario. Mi encuentro con mi pueblo.


de Julio Daniel Nardini

Tanguito parecía chiquito pero 200 años habían transcurrido desde que había nacido. Era multifacético. Tenía cuarenta millones de caras y él elegía cada día cual se colocaba. Era agradable, disociado, pasional y desorganizado pero luego se volvía melancólico, retraído  frío, calculador y orgánico. Tanguito era el que tomaba mate y bailaba un tango. Se convertía de pronto en una mujer sensual y bella y luego en un varón plantado. Con los músculos de un hachero, abrazaba a una mujer de clase media y la estrujaba. El se confundía con el quebracho, pero en un momento del día en el que soplaba el pampero desde el arraigo, parecía una soja al viento voluptuosa de dineros que avanzaba ocupando todo a su paso. Su cuerpo esparcido en millones de kilómetros cuadrados, haciendo honor al tamaño, desarrolló en él una viveza, que lo hacía capaz de resistir el embate del zonda que latigaba su belleza. Tanguito se amoldó a todos los pagos. Un olor podrido de corrupción brotaba del sótano de su domicilio fijado; sin embargo en el altillo de su casa habitaba como una persona que aprendió a ser solidario.
Un día me costó reconocerlo, viéndolo abatido y amargado. Seguía revolviendo el pasado hiriéndose cada tanto con la historia, en lugar de mirar al porvenir aventurado. Lo vi venir con el traje raido de millones de pobres que lo vestían andrajoso, mientras a la par robusto y pleno era la persona número 20 más rica de la tierra. Yo lo quise así y lo abracé cuando él me dijo : “que tal argentino, acaso miras tu destino: soy yo y a ti ha venido”
Ahí caí en la cuenta, que esquizofrénico, me había olvidado de ese personaje tierno y lo había juzgado por la savia agonizante del quebracho, olvidándome de la flor del ceibo. Con estupor reconocí en su figura la faceta que me permitía verme a mí.
Ahí desandé el camino recorrido y decidí caminar junto a él, para no escandalizar a Freud. Si doscientos años habían servido para algo, era para descubrir que Tanguito era mi pueblo.

PD: Él no era un niño pero tenía sabiduría; no lloraba pero era tierno, no era glotón pero sabía comer un asado fraterno. En su caballo cabalgaba y a su pingo lo amaba , pero a veces no sabía parar su vena sanguinaria, y hacía mortadela a su viejo amigo, que ya no le servía para nada.



El reencuentro

De Claudia Iturralde

Cuando te vi, sentí detenerse a mi corazón. Fue, teniendo en cuenta las circunstancias, una sensación muy extraña e imprecisa.
Una potente alegría me inundó pero, no puedo negarlo, también un poco de vergüenza e irritación por mi aspecto. Ya sé, ya sé que no es fácil mantener la compostura en la remota selva ecuatoriana, pero me hubiese gustado esperarte con una hermosa flor en una mano y un ansioso beso en mi boca. Vos, en cambio, estabas hermosa, aunque te noté triste y cansada.
No me reconociste de inmediato. Tu mirada pasaba nerviosa de un hombre a otro tratando de comprender lo que decían a través de sus gestos y la gritería innecesaria pero habitual, a la que he podido, no sin esfuerzo, acostumbrarme.
Me hubiese gustado poder contarte con exactitud todo lo que sucedía y así calmar tu creciente angustia.
Podría hablarte, aún hoy, de sus costumbres, de sus guerras, de sus amores y de cómo terminé en esta incómoda posición. Pero, no, no llores, me gusta que acaricies mi pelo. Siempre me gustó sentir tus finos y cálidos dedos juguetear con mi cabello. Ensortijarlo, mimarlo, enloquecerlo de pasión.
Recuerdo que entre tanto desconcierto, pasaste varias veces tu mirada sobre mí pero ahora, a la distancia, creo entender por qué elegiste seguir creyéndome perdido en la espesura de esa misteriosa y palpitante amazonia. Pero, en el instante mismo en que el guerrero señaló hacia la profundidad húmeda y fascinante de la jungla, detuviste tu búsqueda sobre su pecho y pudiste dibujar una sobre otra mis facciones en la txantxa que colgaba de su adornado cuello jíbaro.
No puedo decirte, cariño, que es natural encontrar la cabeza de tu marido, pequeña, ciega y muda, caminando con las piernas de su asesino, pero para tu consuelo, es verdad que atrapan el alma en ella y gracias a sus mágicos rituales, podré seguir adorándote toda la eternidad.


Textos del taller de escritura 2012/3

domingo, 21 de octubre de 2012

Clarita II

Clarita II "Es el amanecer. Clarita está sentada en un banco bajo, con la pollera arremangada sobre las rodillas y las piernas que dan lugar al balde, en el que cae la leche de vaca que está ordeñando. Como la tarea es mecánica, tiene tiempo para pensar sobre sus cosas, su vida...le gusta la soledad y la paz de ese momento. Su marido y sus hijos mayores ya se han ido a trabajar al campo y no volverán hasta las diez de la mañana, hora en la que preparara el "almuerzo chico": bifes con cebolla, huevos fritos y galleta de campo... después al mediodía, vendrá el almuerzo grande -piensa ella- ¡Y ese sí que me lleva tiempo!... si hubiese nacido hombre... ya andaría yo por el campo, o mejor... me hubiese ido a vivir a la ciudad. ¡Ah sí…! Debe ser lindo trabajar en un taller mecánico, arreglando autos...esos que a veces pasan por acá, levantando tierra y que me dejan pensando para donde irán...O si no, ser empleado en una oficina. Claro, para eso hay que haber estudiado, pero yo no... bueno, la mama no entendía nada de escuela...¡¡¡Que me iba a mandar!!! bastante con que me enseñó a cocinar y pude ser cocinera para los ingleses de la Casa Grande...¡je! los ingleses...mi tata siempre me dijo: ¡¡vos sos irlandesa, nunca te olvides!!...somos mejores que ellos… y un día seremos libres...Todavía no entiendo bien lo que me quería decir, pero cuando me trataban con altanería, a veces con desprecio... yo, para mis adentros, me acordaba de mi papá y pensaba: ¡¡un día seremos libres!!Eso me ayudaba a sentirme importante, era como tener un secreto al que nunca llegarían... Sí, es verdad que cuando me case y deje de trabajar, me liberaré de ellos...pero, parece que nunca hay una libertad completa, como a mí gustaría..."